Una vez tuve un sueño.
Uno en el cual creía que lo que tenía que hacer en esta vida era perseguir mis sueños. O eso es lo que te dicen todas las películas para niños. Pero luego llegan tus padres, tus amigos, la sociedad, los profesores y todos aquellos que vivieron sus vidas en la amargura para decirte que, tú, niño de luz, debías ponerte a hacer lo que otros diseñaron para ti como vida, para ser parte de algo llamado sociedad y ser, como la película de Clive Owen, un ciudadano ejemplar.
Hay mensajes contradictorios en todas partes, principalmente en uno mismo cuando cree que la verdad está ahí fuera buscándola junto a Mulder y Scully en Expediente X. Vaya, hoy parece que va de cine esto. Bueno, supongo que Hollywood es la mayor fábrica de sueños que ha existido, unos sueños, por cierto, que si que no se corresponden con la realidad.
Y así nos pasamos la mayor parte de nuestras vidas, en plural, persiguiendo cosas que ni si quiera queremos de verdad, que no son nuestras, algo propio y natural de nuestra esencia si no sueños de otras personas que en algún momento nos parecieron brillar más allá de lo que nosotros teníamos dentro.
Persiguiendo ese brillo conseguí que se apagara aquel sueño que era mío, propio, Volver a Casa, al hogar del que salí ya hace eones de tiempo y que no tiene nada que ver ni con la vida ni con la muerte, siendo algo mucho más allá de lo cognoscible para el ser humano en su estado de conciencia condicionado por aquello que tuvo que pasar.
Y no adorarás falsos sueños, dijo la biblia.
Ya sabéis que me gusta vacilar con los escritos mitológicos y lo que se interpreta de ellos, puesto que algunos son las bases sobre las que se fundaron las sociedades actuales de esta sexta humanidad. Mea culpa por haber adorado sueños que no eran míos y que creía que me haría feliz, también mea, y no culpa hasta no echar gota, por haber sido tan crédulo al otorgar el poder de hacerme feliz a caminos ya transitados por el hombre y no creer en el poder hacer mi propio camino como Alma estelar en navegación perenne.
Mi primer sueño y el que duró unos 30 años fue morirme. Era tal el dolor que sentía en mi interior que fantaseaba recurrentemente con el que yo pensaba sería el fin del sufrimiento, meh, qué desilusión me llevé al experimentarme en infinitos planos sabiendo que aquello que me atormentaba iba mucho más allá de esta fantástica carcasa de carne y hueso. Pero entre medias hubo algo, un destello que por primera vez marcó el camino y fue la idea de viajar por el mundo haciendo de fotógrafo mientras me inmiscuía en algún conflicto a nivel internacional, con suerte, supongo, de que la bomba cayera sobre mí y así matar 2 pájaros de un tiro, nunca mejor dicho.
Una vez se hubo sanado ese dolor existencial y cumplido aquel sueño de fotografiar aquello que era distante de mi país de origen dije que pude darlo por cumplido, conseguí resarcir mis ánimos de aventura (aunque estos son inabarcables realmente) y después de eso colgué la cámara como un futbolista retirado lo haría con sus botas.
Claro que no conforme con ello recuperé lo que la new age diría que es el sueño de la infancia, tener que ayudar a los demás con tu propia historia personal, con tu camino de redención, el sanador herido que se sanó a sí mismo y luego lo hizo con los demás.
Y una mierda.
Sueño más falso no pudo haber para mí reconociendo que lo que tenía era una falta de Amor propio por el cual buscaba rellenar ese agujero recibiendo lo que yo daba de los demás.
Error.
Después de bastantes tardes como terapeuta sin profesión pero de escucha activa por 50€ la sesión decidí, oh maravillosa idea, ¡que me ganaría la vida con mi sueño!, así que tomé la decisión de emprender un viaje de emprendimiento para desprenderme del actual sistema de trabajar para otro.
Ojo al dato, porque la frase tiene retranca, se suponía entonces que debía ganarme algo que ya es dado de por sí con un sueño falso que había aprendido de una carencia de amor y que encima estaba creyendo que aquello era la tabla de salvación para salir del sistema.
Bueno, al menos eso lo creía la parte adulta y que todavía estaba conectada con esta sociedad, sus creencias y con el sesgo familiar tan bien aprendido y tan amorosamente desechado en muchas de sus vertientes.
Rizando el pelo al arizo
Por suerte hay un parte indomable en mí que no se deja engañar por ese adulto aguafiestas y todo lo que ha aprendido. Y es la imagen de un niño de 3 años que siempre me dice lo que quiere o no hacer, siendo cada vez más certero en sus comentarios. Por desgracia seguía persiguiendo la ilusión y entre emprendimientos y otras hierbas cogí la nueva magia descubierta de aquel niño y pensé en pegarle un código de barras en el trasero. Sí, iba a vivir ahora de mis dones y talentos más puros, prostituyendo al mejor postor (o al que pudiera pagarlo) aquello que era puro en esencia. Si la madre tuviera cordero no cabría en esta exclamación.
Por suerte esa idea sólo seguía siendo del adulto, de aquel Alejandro que compró la sucinta creencia de que la vida debía ganarse por algo y que si no tenía dinero no iba a tener lo que él quería. Pero en realidad, aquella parte de él no se daba cuenta de que, su verdadero sueño no podía ser comprado con dinero.
Siempre hubo una voz susurrante que me dijo que lo que podía llegar a hacer lo hiciera por Amor, que lo regalase y en cierto modo siempre existía la pelea interna que decía que de algo tenía que vivir, que debía conseguir dinero y alcanzar mis sueños y metas, curiosamente, en todos esos lapsos de tiempo entre pelea y pelea yo seguía viviendo, haciendo lo que tenía que hacer para desarrollarme en mi verdadero sueño y deconstruir todo lo que una vez aprendí, incluyendo las bases fundadoras de la sociedad: el dinero.
Nunca había entendiendo bien el sistema de tener que dar la mayor parte de tu vida a algo por el simple hecho de que te cobren para sobrevivir las mismas personas que te ofrecen el trabajo. Sí, vuélvelo a leer del tirón porque es literal. Y lo mejor de todo es que a la gente no le parecía importarle en absoluto. Luego, estaba por supuesto el camino hacia la libertad de tener tu propia empresa y que lo único que cambie sea el epígrafe que marcas al hacer la declaración de la renta, pero que el dinero fiat que los bancos y las transnacionales se inventan e imprimen a su antojo sea santo y seña de esta sociedad que solo persigue lo sueños adorados e iniciados por otros me daba que pensar.
Al menos a mí, desde luego no a otros tantos.
Y así prosiguió la vida, sintiendo que cada vez estaba más lejos de todo esto hasta que por fin dije -«¿y si quiero que le den por culo al dinero y a este sistema de mierda seríamos capaces de montar otro?»-. No mientras todos sigan pulsando el mismo sueño compartido, como en Origen, donde el tiempo es oro y lo que cagó el que vive más allá del paralelo 42 sur valga menos que lo tuyo.
Así no se puede, Alejandrito.
¿Por qué siempre la misma pregunta?
Siempre hay una pregunta que se repite y se repite en bucle.
-¿Pero tú de dónde sacas el dinero?-.
Y es curioso porque las personas que me lo preguntan siempre suelen ser las que más carencia tienen en su vida aunque lo tengan todo, como mi madre.
Nunca podré explicar lo que sentía durante muchos años de mi vida cuando por vivir al margen de la ley y en el límite de la sociedad tenía que ser mantenido por las mismas personas que me habían destruído por dentro cuando no podía defenderme. Que mi familia me tuviera que dar la paga ya entradito en años era un dolor directo al corazón que no se iba jamás, hasta que un día, mucho tiempo después lo entendí:
Dios tiene unas maneras limitadas por ti para hacerte llegar todo aquello que necesitas. Tú trabajo es, precisamente, abrir el abanico de posibilidades para que aquello que quiera llegar a ti te llegue.
Mis trabajos nunca habían sido una fuente fiable de llegada para cubrir mis necesidades ya que, honestamente, mi trabajo más importante siempre ha sido y será haberme sanado a mí mismo, desarrollarme hasta lo que siento que puedo ser (que ya soy) y luego compartir eso con el mundo. Pero cuando descubrí que el Universo tenía miles de maneras ingeniosas para hacerme llegar aquello que debía ser mío fue cuando se abrió la puerta a la abundancia real.
Esto fue casi milagroso porque comprendí que, hiciera lo que hiciera, siempre iba a tener lo mínimo, por lo menos, para estar vivo, como mantener al enfermo con la botella de oxígeno en las mínimas constantes, ya que, con un poco de pesadumbrez y de mala leche de mi niño interior me decía -sería demasiado fácil si me dejasen morirme ya e irme sin hacer lo deberes-. Y así era.
Así, que cuando me di cuenta de que estaba realizando el propósito más elevado que mi Alma había propuesto que era experimentar el potencial que había en mí y ponerlo al servicio de mi vida me di cuenta de que no podía caer, en un reto maquiavelo al mismísimo Padre/Madre diciéndole -que sepas que no pienso poner ningún don al servicio de nadie puesto que no siento que sea el momento, así que si me quieres castigar por ello hazlo, pero me niego-.
Ay, ¡qué mal hijo sería si no retasé a quien me creó!.
Lo curioso fue que en ese periodo se abrió lo que yo sentí la verdadera abundancia, el saber, de forma real y absoluta que todo lo que necesitase en mi camino, ese para conseguir mi verdadero sueño, me iba a ser dado de forma métricamente perfecta, aunque no por ello esperada en forma y fondo, para que llegase a la meta de la Iluminación y con ello la estancia presente y convergente en todos los tiempos y espacios que existen.
Prometo que me casaré contigo si haces la pregunta correcta.
Y así, desgranando sueños falsos hasta dar con el tuétano del hueso he conseguido por fin aceptar que ni soy parte real de este mundo que es una mera ilusión óptica ni que a veces me siento cómodo con él, y que por eso, inconformista y soñador por naturaleza, pongo a prueba la misma esencia de la Vida para ver si aquello que una vez me dijeron era verdad o sólo otro cuento figurado que se tragó mamá y papá para envolverlo con un lacito de regalo hacia mí.
A Dios pongo por testigo y a mi dinosaurio como padrino que el día que alguien me pregunte -¿cuál es tu verdadero sueño?- en vez de la procedencia universal de la fuente de energía que me sustenta aquí por algún extraño motivo y expresada como dinero en el plano 3d, contraeré matrimonio ipso-facto sin ver en el carnet de identidad con qué genero se siente cómoda aquella persona, porque espero que de una vez, encuentre a una persona que pulse ese sueño planetario de que este mundo, tal y como está construido, es una jaula de grillos que es mejor abrir y limpiar y crear una nuevo desde los cimientos.
¿Eso lo crees imposible?.
Pónme a prueba, saldremos todos perdiendo.
Ese niño que navegó desde el inframundo al cielo sabe la verdad, y tú, pequeña almita con amnesia, también. Lemuria resurgirá de sus cenizas y entre todos construiremos lo que hemos visto en sueños, no litúrgicos, sino verdaderos, de lo que es la vida en esta tierra.
Aleja Jacta Est.