(Te recomiendo esta canción de fondo para leer este artículo)
Hace mucho que vi por primera vez La vida de Pi.
«Una historia que te hará creer en Dios».
-Y una puta mierda-, pensé, anda y que le den por culo a ese Dios que permite que todos suframos en esta tierra, que los niños se mueran de hambre, que el dolor riegue cada poro de nuestro ser.
De eso trata la película, de una historia desgarradora que se convierte en otra fantasiosa que es mucho más llevadera para el Alma humana, ahhhh, ¿acaso no se trata de eso el cine, de ayudarnos a llevar nuestras penas con distracciones que nos sacarán durante algún rato del drama diario en el que estamos sumergidos?.
Hace poco escribí lo que para mí era una obviedad y es que hemos tergiversado muchísimo todos los mensajes de lo Divino por todo el daño que nos hizo esa vieja creencia, incluso como expuse en lo que es la voluntad de Dios, llegamos a creer que hay algo que nos mando aquí con un plan despiadado de vida, para que honrásemos nuestra miserable existencia a través del sufrimiento, así que bueno, quizás como en la película ha llegado el momento de contar una historia que te haga creer en Dios, pero ya sabes que si me conoces un poco no me refiero a la versión bíblica y vengativa, si no a un Dios armonioso que nos ampara como si fuera una madre.
Como he pasado de maldecirle y ser una de las causas mayores de mi dolor a sentirme sostenido por esa energeia es algo que tendrás que valorar tú mismo, si al igual que los protagonistas, eliges un camino u otro, pues ambas historias, son verdad y a la vez no lo son.
La caída
Si comenzase por el principio de mi historia con el «altísimo» (como me encanta jugar con los nombres asociados a una idea dañina solo es un paso previo a quitarle tanta carga emocional) diría que comienza bien pequeñito, desde los primeros recuerdos que tengo en el embarazo de mi madre terrícola cuando sentía un miedo y un rechazo abismal al ser que llevaba dentro, en este caso, presente servidor.
En el momento del parto recuerdo a través de fogonazos y sentimientos como pasé los primeros días de vida entre 4 paredes de metacrilato espacial, aislado, sin poder sentir el calor de una madre que me consolase puesto que, algún genieciello de la ciencia, tuvo la gloriosa idea de meterme en un incubadora infectada y como venía corto de peso, fue nada más llegar a este mundo y besar el santo. Enfermo en la caída. Llamando a tierra, el alunizaje no ha ido bien, esto no me gusta.
Luego siguiendo lo que sería la historia de mi vida de partes metereológicos emocionales erróneos cuando por fin pude salir de aquel lugar cual fue mi sorpresa que el rechazo de mi madre seguía latente y aquello que debía ser mi alimento, es decir su pecho, era algo que me enfermaba aún más. Como se ve, no llegué con buen pie a este lugar.
Cuando tenía 9 años y en un salto magistral en el tiempo les espeté a mis familiares que quienes eran ellos para hablar de Dios, de lo que estaba bien y lo que estaba mal después de todo lo que habían hecho conmigo, mucho menos para obligarme asistir a la iglesia y tragar sus creencias de mierda. Si interrelaciono mis propios post al blog es para retener más tu tiempo de lectura y que Google me premie. Guiño, guiño.
Por supuesto, a ese supuesto Dios hijo de la grandísima piiiiii, también le decía unas cuantas cosas, como que si era capaz de hacer eso con un niño que no había hecho nada malo en su vida no me quería imaginar que haría con algún asesino y violador, en fin, en resumidas cuentas, no entendía nada. Veía gente rica que se aprovechaba de los demás y que parecían tenerlo todo y otros que sufríamos sin comerlo ni beberlo por el mero hecho de haber nacido en una familia u en otra. Y no hablemos ya de África o Sudamérica. Así, con toda esta amalgama de sentimientos y emociones fui creciendo al igual que lo hacia mi odio en el interior ante ese ser supremo, que encima, me juzgaba desde su púlpito sagrado según lo que hacía bien o mal, a ojos de unos plebeyos con túnicas negras.
Eso no hay dios que lo aguante.
La ley del karma es la ley del Amor
Pasaron muchos años con esa herida abierta hasta que un día, cerca de mis 30, terminé por enfermarme y dije -ya no aguanto más, si después de toda la mierda que he tenido que tragar encima me mandas esto, te odiaré eternamente, hijo de fruta-. Así iba yo por la vida, maldiciendo a todo aquello que se moviese y fuera el blanco fácil para paliar mis iras internas. No obstante, un día se me cruzó un libro y algo cambió, ese libro hablaba del Tao, una energía misteriosa que no puede definirse con palabras y que llega hasta todos los rincones de la creación. Oye, estos chinos parecían tontos pero no tienen ni un pelo, si esa energía existe por lo menos tiene que ser neutral y no una personalidad avariciosa regodeándose en el dolor de otros, aquellos llamados, sus hijos.
Pero lo cierto es que no entendía nada, ¿cómo podía entenderlo si parecía que todo aquello que me explicaban era como el mundo al revés?. Si me hubieran girado el cerebro 180º hubiera sido más fácil de explicármelo en aquel momento, era incomprensible e inteligible, pero por algún extraño motivo que no podía reconocer me daba paz interna, hallaba en algún lugar del interior un oasis en el que descansar sobre esas palabras. A veces hacemos las cosas muy difíciles, créeme.
Pasaron unos cuantos años hasta que desperté a esa realidad que era como el mundo al revés, y efectivamente, sí que lo era. Cuando la conciencia recibe ese primer fogonazo de luz es como volver a nacer… lo que ocurre es que no llega con pajaritos cantando ni arcoiris de colores, si no con la verdad más cruda que te puedas tragar.
Un día, allá en mayo de 2020, cuando todo el mundo estaba sucumbiendo al miedo de una pandemia de girasoles muertos (¿o era de otra cosa?, ya no me acuerdo, guiño, guiño) levantome un día en estado catatónico, no me podía mover, apenas pensar, era como si el cable vital se hubiera desconectado y me dejasen con las constantes mínimas para que me hiciera caca encima, ohh darling, por suerte no fue así, pero después de pasar día y medio en dicho estado preguntándome ¿pero qué me pasa? tuve un fogonazo de claridad. Con esas extendí mi mat de yoga, me senté sobre mis talones como aquellos chinos ininteligibles, me concentré muy seriamente y susurrando para interior me dije:
Universo, me rindo.
No sé qué me pasa y ya no puedo más,
ya no quiero luchar más.
Llévame donde me tengas que llevar.
Al igual que en la película llegué a tal estado de ineptitud en mi vida, conmigo mismo, mi cuerpo, mi mente y mis emociones que me rendí de verdad. Ya no podía llegar más allá con mi mente y sentía que era el momento de volverse humilde y dejarme llevar.
Y volé. Y volé de él y me fui a la puta. Literalmente.
A lo mejor no has entendido el chiste, pero te dejo un vídeo que lo resume.
En el momento que me rendí, sentí algo nuevo, como si una presión se hubiera desecho de mi pecho. Ya, contento y feliz, me fui a dar un paseo y por el camino encontré un arcoiris precioso.
-Ay, la vida por fin me sonríe-.
Tres días después recibí la llamada de por la que aquel entonces era mi novia diciéndome, desde Francia, que quería dejarlo conmigo.
-Joder Universo sí que te das prisa, ¿no ompare?-.
Lo que vino en ese momento no era si no el presagio de que el juego se había acabado y que si quería conocer a Dios, iba a tener que acercarme un poquito a mi verdad que estaba en el interior de mi ser.
Hasta el infinito y más allá, para que te la pegues
Ni un mes tardé en que me llegase la gran explosión. Un día, en mi práctica de meditación comencé a ver unas imágenes en mi cabeza, cosa que nunca antes me había sucedido, que fueron extrañamente familiares, tenían un aroma a historia conocida pero olvidada de mí. Cada momento que pasaba era un retazo de la historia y lejos de sentirla como algo ajeno y extraño era más bien la intercesión de un millón de emociones y sentimientos reprimidos que brotaron. Lloré durante unas 2 horas, y me sorprendí al ver que una de las imágenes que había visto, aunque un tanto cambiada, correspondía a un monumento en Sevilla, lugar en el cual yo nunca había estado y tenía una aversión especial hacia él.
Gracias a un par de búsquedas en Google hice un viaje en el tiempo viendo las mismas calles que había visto desde la pantalla de cine mental que me habían propuesto, por aquel entonces, unos espíritus amorosos que comencé a llamar «los guías». Lo peor no era eso, no eran las imágenes, ni llorar ni haber vivido en Sevilla durante unos cuantos veranos de julio en algún pasado remoto, si no la historia que contaba y que percibía que encajaba como un guante como uno de mi mayor dolor en esta vida: el abandono.
En el momento que sentí que había abandonado a una familia, mi familia, con 2 hijos a los que abracé para despedirme y salir corriendo por unas calles que, esta vez sí, visité por primera vez en carne y hueso este verano de 2022 hasta ponérseme la piel de gallina entendí que aquello que era y que había creído siempre iba mucho más allá de mi propia historia personal, de ese niño inocente que no había roto un plato pero que a su vez ya se sentía viejuno desde que nació.
Ohhh mamma, mi mundo cambió de la noche a la mañana en un abrir y cerrar de ojos.
Todo lo que creía ser, se derrumbó. El mundo en el que creía estar no era lo que me habían contando y dentro de una cámara oscura versión real a tamaño gigante la imagen que reflejé era, como habían dicho los chinos, algo incomprensible de entender a no ser que te dieras la vuelta completamente. Y me la di.
Esta situación tuvo dos vertientes bien diferenciadas:
1- La primera era que me había vuelto loco. No había más. Desde aquel momento no paré de recordar y recordar cosas que ya sabía, conocimento que tenía, memorias y nuevas aptitudes y capacidades dormidas en mí. Lo curioso fue observar que en el resto del mundo empezaba un movimiento similar y a poco que mirase, me encontraba con nuevas personas que estaban transitando episodios de transtornos mentales como yo. Guiño, guiño.
2 – La segunda vertiente fue la más extraña, porque incluso aunque estuve descolocado del mundo varios meses en aquel momento comencé a sentirme mejor que nunca, estaba más feliz, más pleno, tenía paz y sentía que algo profundamente había cambiado, me dije a mí mismo que si realmente había perdido el juicio ojalá el resto pudiera probarlo, porque esa sensación ya no se fue jamás, hasta el día de hoy, si no que fue creciendo hasta límites insospechados.
El infinito estaba cerca, pero me la tenía que pegar un poco antes de llegar.
Allá va una burra lirí
Unos dos años después de aquel evento, en abril de 2022, estaba yo misteriosamente viviendo como un homeless para poner a prueba a ver si era verdad eso de que había un Padre que nos cuidaba. Con el rabillo del ojo todavía miraba desconfiado a la vida después de todo lo que pasé aunque creyendo que, esa voz interna, que me hablaba de Amor y de hacer bien al prójimo, también me llevaría a las experiencias que debería tener para sanar aún más esa relación de Amor-odio que tenía con esta tierra desde que llegué.
No te puedo nombrar la cantidad de eventualidades sincrónicas que hicieron que, contando con 0 € en el banco y 1/8 en el depósito de gasolina acabase en un hostel punkarra de Málaga por regalo de una amiga mía que me dio dinero para pagar 2 noches bajo un techo. En el momento de elegir alojamiento yo dejaba que esa voz me guiase y que unas sensaciones por el cuerpo sirviesen de señal ilusoria para saber donde tenía que ir, así dejándome llevar de nuevo, Universo, porque me rendí y prometí que haría lo que tuviera que hacer para verme de nuevo en ese mat de yoga imaginario.
Nada más llegar y con un amigo italiano que me crucé durante un segundo entré por la puerta recibido por un ángel de color claro rubio y ojos azules que hablaba con acento del este. Luego una panda de sujetos a los cuales más variopintos esperando la cena en el recibidor del hostel y, extrañamente, me sentí en casa. Cuando bien entrada la noche me quedé hablando con un chico argentino sobre metafísica, el Universo, la realidad y la energía, y el resto de huéspedes dormía plácidamente, una puerta se abrió detrás de mí y una voz resonante que dijo:
-Tengo algo que decir sobre Dios-.
Perplejo, me giré y encontré a aquella chica de Croacia que se había quedado con la espinita clava de una conversación anterior, le invité a que por favor se sentase con nosotros y que me contase que era eso tan importante como para levantarse sobresaltada y con pijama de Mickey a hablarme sobre el ser supremo y esencial a las 2 y media de la madrugada. Después de un diálogo muy enriquecedor nos fuimos todos a la cama abrazándonos y deseando feliz noche.
El día después, que fue el de mi partida, esa chica me propuso que antes de irme quería rezar por mí, al haberle contando, supongo, que estaba viviendo de aquella manera. Ya sólo el término rezar a mi daba gangrena en el pasado pero llegados este punto y después de haber vivido unas cuentas experiencias, me rendí y me dejé llevar, otra vez, por caminos inexcrutables y desconocidos.
Os juro por el niño Jesús que aquel día se me quedó grabado en la memoria.
Nos sentamos en la mesa de la recepción del hostel, ella se levantó y me puso una mano en el corazón pidiendo antes permiso muy educadamente. Accedí, cerré los ojos y comenzó a rezar como un clérigo franciscano del siglo II cosas del tipo:
-Que seas bañado en la sangre de Cristo-.
-Que te purifique y expíe tus pecados-.
Ya te puedes imaginar la vaina.
Mi mente, aunque ya había asumido el papel de Dios/Universo/Vida/Fuente/Creador en mi vida, se resistió un momento pensando que qué cojones era aquello que estaba diciendo, pero os juro por las mismísimas alas de mi hada madrina que lo que comencé a sentir fue un Amor y una expansión de mi energía que era inconmensurable. Como si me fuera hinchando de eso que me estaba transmitiendo y dejándome llevar completamente por la experiencia fue como tener un nuevo despertar en mi vida.
Cuando terminé entendí algo de manera muy profunda, y es que más allá de los nombres que le damos, las palabras que ponemos, las creencias que tenemos o todo aquello que pensamos que no somos y que no queremos en nuestras vidas hay algo más, invisible, que a su vez nos conecta con lugares muy profundos de nosotros mismos, expandiéndonos hasta cotas que no podíamos imaginar.
Tanto que cuando terminé esa experiencia me fui a seguir con mi vida y comencé a usar en propios términos la palabra Dios hasta el día de hoy.
¿Que una tía croata que no conoces de nada te bañe con la sangre de Cristo y tu sientas un Amor profundo es algo posible en tu vida?.
¿Que haya tenido que experimentar al menos 7 vidas para entender todo aquello que había hecho, tanto lo bueno como lo malo, como para comprender que esto iba mucho más allá de lo conocido es posible?.
Que justo después de comenzar a resolver y hacer esas paces con Dios y ponerlo en mi boca me patrocinaran un proyecto que lanzar como negocio online valorado en 12 mil €, porque fue la primera vez que reconocí que yo, el hijo rebelde e indómito que había maldecido más que nadie, conectaba a la gente con Dios y su espiritualidad ¿es posible?.
Esto, como decían en Pi, es como creer en Dios, de ti depende de la historia que te cuentes, yo solo te comparto un pedazo de lo que pude ser algo que quizás te haga las paces con Él/Ella/Ello.
Sana, sana, culito de rana
Lo que yo no había entendido en su momento de aquellos chinos taoístas de los cojones y su mundo al revés es que el dolor que percibía en el mundo era mi propio dolor reflejado.
Pam. La primera en la frente.
Claro, ese dolor no podía estar en ninguna otra parte más que en mí, y por supuesto, desde mi ignorancia y desconocimiento, implicaba a todo aquello externo que me reflejaba, y que según yo, era la fuente de dolor; mi familia, mis amigos, el mundo que me rodeaba, y por supuesto, Dios, hasta que por algún extraño motivo, se me hizo cómodo volver a llamarle Papá.
Papá comenzó a explicarme algunas cosas, que si bien no podía llegar a entender, puesto que mi mente todavía no estaba conectada al infinito, si me hizo comprender que a los ojos de Dios no era todo lo que parecía en una mirada desde el humano que habitaba. Ah, espera, ¿qué humano de todos?, porque ahora había recuerdos de 6 al menos.
Si suelto esta perlita es porque una de las primeras cosas que comencé a percibir es que había un entramado mucho más grande, y que por supuesto escapaba a mi entendimiento, de como era esto de vivir en realidad, y que muchas de las cosas que estaba viviendo simplemente eran experiencias que tenían que integrarse para llegar a otros puntos de mi desarrollo evolutivo. Te aseguro que tragarme, como dije en un post anterior esa piruleta no me gustó nada, pero realmente detrás de cada quiebre lo que ocurría es que nacía una nueva versión de mí mucho más amorosa, conectada y en paz con lo que era y con lo que sentía. Misteriosamente, después de la tormenta la calma se hacía más y más profunda, hasta que a día de hoy se atisban océanos que se miden en semanas, here we go ahí me digo.
Lo que no podía comprender de modo alguno era el sufrimiento que tenía que soportar un ser humano desde el punto de vista físico, emocional, espiritual o de cualquier índole, hasta que un día en una explicación magistral sin palabras a través del sentir lo entendí todo. Dios, esa fuente, esencia o como le quieras llamar, había estado conmigo en cada momento que me tragué las lágrimas, en cada instante que brotó sangre de mi cuerpo, cuando lloré y cuando renuncié a todo, eso estaba ahí experimentándolo conmigo, no a través de mí y ahí fue cuando realmente entendí el gran Chiste Cósmico que resulta toda esta fascinante experiencia.
En un momento que me resultó eterno revisé cada instante en el que maldije a Dios o esa energía que nos sostiene susurrando al oído «-eh, oye, que no estás solo, lo único que te hace estar sólo es creerlo que lo estás»- y fue cuando ya no me paré de reír, incluso cuando me cabreo y me maldigo, porque entiendo que hay algo más de lo cual no estoy separado y nunca lo estuve, que lo único que hace es vivir experiencias que para «él/ella/ello» no tienen juicio alguno. Y dirás que esto es muy fácil de decir pero que no existe prueba sobre ello, y por eso, querido amigo, pongo como prueba mi historia para que compruebes por ti mismo si tendría motivos reales o infundados para estar cabreado con el mundo y con todo aquello que me dañó, y que sin embargo elegí rendirme y creer que había algo más en todo aquello que podía sentir de manera palpable.
Y como ves, sucedió la magia.
Pero la magia no fue bonita. Me tuve que tragar el orgullo y unas cuantas cosas para dejarme llevar. ¿Estarías dispuesto a hacerlo y entregarte a la voz de tu interior a ver hasta dónde te lleva?.
Y ahora es cuando vivo percibiéndome desde infinitos lugares que no son ni el cuerpo, ni la mente ni mi propia historia dejándome llevar en energeia y conciencia pura a través del devenir de los tiempos.
¿Te parece complejo?.
Te invito a probar pasarte toda una vida cabreado con lo que te pasó para terminar suicidándote tú solo en un corral.
O quizás a hacer lo que creías que tenías que hacer y terminar derrotado ardiendo entre llamas.
Oh darling, si yo te contara lo que vivo y lo que siento a cada momento quizás soltarías un poco las cuerdas de la templanza para volverte más limpio y sereno, porque te aseguro que, si mi historia cuenta algo, es que primero has de creer antes de ver, y luego el resto vendrá solo.
Pero esto depende de ti, de creer o no creer, en ti.
Alea Jacta Est.