
Hoy voy a hablar de algo que me duele, necesito expresarlo, sentir qué es lo que siento cuando escribo esto en un teclado, es más bien la resurrección de aquel mirlo de alas blancas que cayó en picado hasta toparse en la realidad que vivía.
Siento que a veces no puedo hacerlo, que todo lo que tengo dentro debe quedarse en aquel lugar, acallar la voz interna y seguir, pero hoy no quiero, quiero expresarme y liberar al mundo lo que pienso sin filtros, aunque rara vez lo hago puesto que siempre hay una parte de mí que dice cállate, no los molestes con eso tuyo cuando yo siempre soy el primero que pone la oreja para escuchar a los demás porque quiero hacerlo, sé que escuchar es un arte muy poco practicado y muy sanador así que quiero que esto lo escuche todo el mundo, que es, mi mundo, a veces tan grande y a veces tan pequeño como yo quiero que sea, depende de lo que me permito expandir mi mensaje, expandir mi voz, así que no te asustes o salgas corriendo puesto que lo que hay en mí también lo hay en ti, aunque no lo sepas, igual que por eso escucho por si encuentro el nexo de unión entre personas a través de fatalidades de la vida conectándose en un susurro.
Empezamos.
Me duele
Si empezase por todo lo que me duele quizás lo primero sería el no merecimiento que he arrastrado toda mi vida. Esto es una carga muy pesada en la que siento que los demás deben tenerlo todo y que yo en cambio no puedo tener nada, pues no me lo merezco, hay algo tan profundamente mal en mí que no me deja llegar a aquello que quiero que en realidad es que yo no quiero que llegue puesto que significaría que soy digno de Amor pero en realidad no lo siento así. Hasta hoy.
He pensado en contarte algo muy intenso que siempre me regurgita en la cabeza cuando me siento cansado y es la noción de que no quiero estar en este plano, planeta, tierra o vida, llámalo x si lo prefieres y no es por la noción de la muerte y su liberación de las densidades humanas si no porque siento que es demasiado amoroso para mí estar aquí, contigo, compartiéndome a corazón abierto en vez de cerrarme de nuevo en mis viejas heridas pero que en realidad no existen.
Esto a lo mejor no tiene sentido para ti pero para mí mucho, la verdad es que nunca me he sentido merecedor del Amor de esta tierra por un sin fin de motivos, el primero de todos porque desde que llegué detesté todo lo que me rodea y ello me detestaba a mí, el segundo fue por las cargas tan pesadas que traía en otras vidas y que me impidieron disfrutar de esta hasta bien entrado en años y el tercero, en verdad, no lo recuerdo, pero esto de poner tres siempre lo hace interesante.
En verdad aún todavía no estoy contando toda la verdad porque estoy calentando, siento que tengo que ir poco a poco para sacar esta daga del corazón que ha sido para mí ser un infeliz crónico en esta tierra de hombres y corazones ávidos de calor.
Quizás debería seguir por eso, por el calor, por el calor de sentir a otro ser humano y no ser rechazado, por el calor de una madre que te apoya, te sustenta y te quiere, por el calor que siente tu corazón cuando se siente amado, permitiéndote dormir plácidamente por las noches. Creo que estamos en la era del calor, en la era que encendemos un fuego juntos y contamos historias dolorosas que nuestros corazones palpitan, que nuestras emociones aún lloran y que los niños que somos anhelan ser escuchadas, con cariño, sin juicios, para respetar aquello que somos y que vivimos con ellos toda una vida.
Se dice pronto, pero en ese sentido has vivido toda una vida hasta aquí. Tu vida con algo más que siempre vino contigo, esperándote en cada puerta en la que estuvieras para acompañarte con ello, para lo bueno y para lo malo. Y luego llegan falsos gurús a decir de la futilidad de los pensamientos y de la experiencia humana, hónrala, puesto que será aquello que te lleves cuando partas de esta tierra… experiencia.
Mi experiencia con eso que me duele comenzó bien temprano cuando sentí que los niños podían jugar con la vida y yo no, no podía hacerlo ya que hay un muro invisible de cristal que me separa del resto, ese muro que me ha separado toda una vida como a una vaca del extenso campo esperando a obtener el permiso para ir a pastar felizmente por los prados.
Así me se sentía yo desde pequeñito después de haber sido abusado sexualmente y sin tan ni siquiera levantar un palmo del suelo, así me sentía yo cuando mi memoria borró todos aquellos recuerdos y creí que era el hombre más inútil del mundo, incapaz de defenderse de los demás porque sentía un miedo atroz al enfrentamiento e impotencia al no poder ser un hombre de verdad.
Así se debió sentir aquel niño que yo maté en una vida pasada y por el que lloré en esta 3 días en mi habitación sin poder salir de aquí, no me preguntes cómo sólo te puedo decir que si alguien me pregunta que si sé lo que es ser padre puedo contestar afirmativamente y explicarle la consecuencias de mis actos con los hijos. Puedo declarar mi inocencia en esta vida pero no de lo que llevaba en mi conciencia, puedo… sollozar aullando a la luna por el dolor que sentí al descubrir todo esto en mí.
Como te decía, está doliendo.
Pero el dolor sana, como el culo de una rana.
Un sin fin de aventuras por descubrir
Cuando digo que me pasé literalmente navegando por el subconsciente de mi ser y el de la humanidad en todo 2021 es porque fue así.
Me fui hasta las memorias de Lemuria y la Atlántida, pequeños recovecos en el imaginario de la humanidad donde todos éramos dolomitas enfurecidos en busca de un futuro perfecto. Estuve en las guerras victorianas y ni siquiera lo supe en aquel momento, sólo senti miles de embarcaciones hundirse en lo más angosto del mar Tirreno, anduve vagando como Alma en pena por las calles de Toulouse para luego encontrarme en la encrucijada de tener tener que salvar a mi hija o morir en la hoguera en los tiempos de la inquisición, por supuesto por bruja, y esto es un recuerdo común que tenemos muchos de nuestros tiempos mozos cuando hacíamos brebajes con patas de caballo y cola de ratón.
Estuve en un sin fin de lugares y situaciones experimentándome a mí mismo como esto y aquello y lo de más allá para después sentirlo todo en mi propio cuerpo y no parar de llorar. Un año me pasé llorando exactamente por todo lo que tenía dentro y que no podía numerar ya que el potencial de expansión es, literalmente, infinito, pero de todas esas aventuras que corrí saqué una clave en Re mayor, y es que en todas las vidas en las que estuve en ninguna quería vivir, en todas las vidas había una raíz profunda que me llevaba más allá de lo que quería expresar en esta tierra, del dolor inexpugnable de haber perdido el hogar.
¿Qué hogar? me preguntaba yo de joven al sentir ese anhelo en mi corazón, al menos, en esta vida tuve siempre clara la dirección, por mal que me pese, de a dónde tenía que volver para desencadenar la furia de mi niño interno y volver a hacerme las cruces, la respuesta era fácil: o Zafiro 5 o Buen Suceso 30, provincia de Madrid, en cambio siempre hubo un regusto amargo respecto a ese hogar de mis sueños, aquel lugar que sentía como mío, propio, el lugar al que podía regresar una y otra vez como decían el protagonista del Final Fantasy IX…
Ay, el hogar, se han hecho películas enteras sobre ello, sobre si es un lugar físico o simbólico, sobre si está en nuestros corazones, sobre si lo llevamos a cuestas como los caracoles o sobre si los construimos nosotros. Siempre hay un hogar al que volver, un sitio al que regresar para lamerse uno las heridas y pueden ser tan variopintos como te lo imagines.
Así descubrí yo el mío.
Un lugar al que regresar
Un día le pregunté a mi Alma cuál era ese lugar al que siempre quería volver en mi imaginación, aquel sitio en el que me sentiré amado a la vez de protegido, ese lugar que de calidez a mi corazón y el fuego necesario para encenderme por las noches con su arrullo, y ésta, como siempre tan ávida de encontrar respuestas me teletransportó fuera de este planeta, para que lo primero que vi fue un sitio en el que no había nada, una esfera completamente seca del tamaño de Orión que una vez fue un planeta observado desde el telescopio Hubble.
Acto seguido comencé a llorar desconsolada-mente a la vez que veía imágenes de lo que había ocurrido, una terrible guerra asoló aquel lugar y ese personajillo que me interpretaba en otros tiempos, lugares, dimensiones, energías o páramos tuvo que salir pitando de allí con exceso de equipaje, dejando atrás todo lo que quería para ver que la tierra que le crió se había de destruir.
Cuando volví de aquel viaje tuve que irme a la farmacia del Amor más cercana a comprarme un frigopié y consolarme un rato al sol de la tarde de junio, había descubierto cual era mi hogar y de él no quedaba nada, un pedazo de mí se rompió para siempre y juré en hebreo que nunca más sería feliz, no sé si lo hice en esta vida o en la que vino, pero en realidad era lo mismo porque la sensación seguía inmersa; yo no me merecía nada de lo que pudiera darme la existencia después de haber escapado de allí y haberlo abandonado a su suerte.
Esta guerra que te puede parecer poco real aparece en muchas de las memorias de los canalizadores que he ido conociendo estos tiempos, para algunos fueron las Guerras de Orión, en las que, por cierto, se basaron los de Star Wars, para otros eran la proyección de las propias guerras vividas en otros tiempos pero desde sus seres estelares goteando perlas de memoria que dejasen ver que la frase de -somos polvo de estrellas- es algo más que un cliché.
Los urmath, seres leoninos que luego encarné en algún momento fueron los peor parados y se convirtieron en los amigos peludos que ahora proclamamos gatos y que, por supuesto, hemos domesticado siendo una raza de guerreros. Ahora entenderás la mala ostia que gastan algunos y los traumas que se llevan.
Hasta este punto te ha parecido increíble, ¿verdad?. Es decir, del que no te lo crees. No te preocupes, yo tampoco me creí nada de esto hasta que me cayó el chaparrón encima y comprendí otra fase que, esta de Einstein, sobre la conexión de todas las cosas a nivel subatómico, era verdad, y eso significaba que en polvo eres y en polvo te convertirás de lo que ya fuiste.
Si te dijera que tú eres tus propios ancestros ¿me creeríais?. Si te dijera que ya has conocido a todas las personas con las que te vas a encontrar en la tierra y que jugando papeles distintos habéis acordado hacer algo juntos, que no revueltos, para crecer y experimentaros a vosotros mismos como la realidad eterna que sois, ¿me creeríais?.
En realidad no tienes por qué creerme y bien preguntándole a tu corazón o a tus células pídeles la respuesta real de lo que eres o de donde vienes, o quizás, si te atreves, a dónde vas. Te aseguro que se borrarían de un plumazo los miedos propios y ajenos e incluso podrías albergar la esperanza de morir para siempre sabiendo que puedes volver una y otra vez a esta a vida a convertirte en un ser inmortal, es decir, en lo que ya eres.
Si te acuerdas de lo que te dije al principio esta es la parte que dolía puesto que rara vez me hube puesto a expresarla, siempre demasiado callado, siempre demasiado tímido para hablar de estas cosas a no ser que saliera el tema a colación, es decir, he estado haciendo lo que durante niño me dolió tanto; sentir que mi experiencia no vale, que no es verdad, negándola y negando lo que siento. Mi mayor horror visto desde mí mismo haciéndomelo una y otra vez cada vez que me callo, y me callo, y me callo…
Y comencé a hablar
Lo importante no es lo que dices, ni como lo dices. Lo importante realmente es que lo dices, que lo expresas pues al hacerlo lo conviertes en algo real, en algo propio tuyo, en su experiencia cristalizada en materia, en historia, en ilusión, en sueños. Me la suda como me lo dicen ya lo que quiero es a alguien que se atreva a expresarse sin tapujos, algo que todavía tengo que trabajar.
-¿Qué pensarán de mí si digo esto?.-
-¿Qué dirán sobre esto y aquello?.-
-Bueno, mejor me callo, que no quiero incordiar a nadie con lo que sé, con lo que siento, con lo que soy.-
Mejor callémosnos todo lo que sintamos, callemos el abuso, la mentira, la violación de derechos, el hambre, la muerte, la indefensión, la pobreza, desigualdad, callémosnos ante lo que dicen los medios, los políticos, los expertos, los gurús, los inteligentes, los del MIT, la NASA, callémosnos puesto que nuestra experiencia no vale, nuestra sabiduría no vale, aquello que somos que es infinito y todo el recorrido que tenemos de innumerables vidas se quedan haciéndose un nudo en la garganta ante lo que vemos que no es verdad, o que sí lo es, pero que nos da miedo decirlo.
Joder, nos da miedo ya decirle a alguien te quiero por lo que pueda pensar. ¿En qué mundo estamos viviendo?, ¿en el mundo de la tragicomedia donde somos unos inberbes incapaces de expresarnos o donde nos conferimos la autoridad suficiente para reconocernos por lo que somos?.
Yo no sé tú pero yo estoy harto de callarme. De tragarme las palabras, la voz, lo que siento que está bien o que está mal y no por mi juicio, si no por aquello que dicta mi corazón. Si algo me ha enseñado navegar por innúmeras realidades ha sido a tener la neutralidad suficiente de ver el mercadillo ambulante que esto se trata pero cuando siento que tengo que decir algo, que alzar la voz ante algo, es porque en ese mercadillo es importante que alguien lo haga, y no te creas que mi voz no es tu voz o que la tuya no es la mía, es la misma voz reconociéndose al unísono esperando a que alguno de los 2 cante, ¿quién será el mirlo blanco que nos despierte por la mañana?.
Y así es.
Alea Jacta Est.
https://reikiarjun.wordpress.com/2019/05/01/la-magia-del-mirlo-como-animal-de-poder/