Los principios nunca son fáciles.
No puedes pretender saber todo lo que va a ocurrir. Te vas a caer, te vas a levantar, va a llover, va a ser celebrado el Sol, todo lo que crees que ocurrirá no ocurre de esa manera, porque esa es tu manera, no la de la vida, que tiene para ti algo esperándote mucho mejor.
Aprendes a golpes, haces lo que puedes, aunque a veces crees no ser suficiente pero siempre es perfecto como es, genuino, porque eres tú quien hace lo que ocurre, eres tú creándote tu propia aventura. Pero esperas que sea diferente, distinto, que tenga lógica, que puedas entenderlo con el cerebro más que con el corazón, o con el vientre, o con la parte más profunda de ti que te guía hacia ello.
Esperas bajo la lluvia esperando que ésta amaine pero la lluvia sólo está en tu interior, en lo que significa para ti, en lo que te frena de ella, no lo que es en verdad. Agua fluyendo, cayendo a una velocidad que no puedes procesar, y te mojas, o eso piensas, pero en realidad ya estás inundado por dentro. Eres agua, pura agua de emoción que navega por los mares más sombríos, eres lo que quieres ser siempre que navegues, que te dejes llevar, que hagas algo por ello y sigas la corriente, tu propia corriente, la de tu vida, esperando rezagada a que tomes el mando de la barca que te llevará a puerto, tu puerto.
Como ves esto trata de ti, sólo de ti y de nadie más, nadie puede navegar por ti, nadie puede fluir por ti, nadie puede amarte como tú lo has hecho y sin duda, nadie podrá hacerlo. Sólo estás tú, seco y mojado, varado o fluyendo, siguiendo el río de la vida o esperando a que algo pase para seguirlo, pero en el fondo es lo mismo, el mismo camino que conduce una y otra vez a ti, inexorablemente, comúnmente, racionalmente, espiritualmente. Eres la fuente del todo y de la nada misma, lo que tú quieras estará en tu bolsillo antes de pedirlo pero sólo si te dejas llevar por eso más grande llamado vida, hasta entonces, feliz camino.
