De principios y finales

Si me lo hubieran dicho antes no habría tardado tanto tiempo, ¡mecagüen tó!.

Si algún geniecillo de la vida o de la informática me hubiera contado que tras cada principio se esconde un final podría haber aprovechado mi vida mejor, o eso al menos es lo que creía. 

Lo de la vida está claro, y lo de la informática, bueno, creo que es mas circunstancial que otra cosa pero si me dicen desde un principio que nuestras vidas iban a depender de un teléfono móvil no lo hubiera creído hace unos años. Así que tuve un sueño que me lo recordó, un sueño recurrente en el que misteriosamente terminaba dejando de lado cruzar un gran río de agua por miedo a que se me estropeara el teléfono.

 -¿Desde cuándo me importan a mí estas cosas?- pensaba yo al despertar.

Bueno, lo que está claro es que utilicé ese cacharro como la excusa perfecta para desconectar del mundo que me rodea y conectarme al mundo imaginario que propone, en el que todos parecen tener la vida que anhelo pero luego, bajo una mirada atenta de la lupa de boy scout, nada es lo que parece.

En realidad no sé porqué he comenzado por esto pues realmente el título de este post no era una revisión de xataka pero creo que así podré empezar por el principio como diría algún ganador del premio nobel de letras.

 

El principio

Érase una vez…

Venga va, no me jodas que vas a empezar así de nuevo, ¿es que no hay aperturas más elegantes como «imagínate en una playa desierta con una piña colada en la mano»?. Eso está mejor. Dale, estás en una playa desierta, tienes todo lo que soñaste, tu piñita toda rica, el agua del mar chapoteando a tu alrededor, algunos cangrejos que danzan al son de los tambores tribales de alguna tribu a lo lejos, y si lo prefieres, al amor de tu vida esperándote a lo lejos, allá donde llega a alcanzar tu mirada pero no lo suficiente para que te vea que te estás sacando un moco. 

Bien, ahora que te he puesto en contexto imagínate algo, imagina que, por un momento e increíble que parezca tienes todo lo que anhelaste durante tanto tiempo, es decir, tienes la vida perfecta, es lo que habías pedido tantos años y por fin, majestuosamente, la vida te lo ha concedido. -Es que no puedo pedir más, me lo merezco-. Y que todo eso que has conseguido te ha costado su trabajo, innumerables horas de terapia y trabajo personal para poder desarrollar las aptitudes necesarias para vivir y no espantar a nadie, miles, y cuando digo miles, son, miles de horas de trabajo duro para poder conseguir el dinero que te permitió vivir todo eso en aquel momento y también que se alinearan los astros con un poco de suerte sin retrogradar para que las conjunciones kilométricas de las antípodas te permitieran acabar allí, en el idilio soñado. 

Hasta aquí suena genial, ¿no?.

Ahora imagínate que después de haber conseguido todo esto que soñaste hay una vocecita en tu interior que te sururra sutilmente –esto está bien pero no es lo que quiero-. Pero ¿qué es lo que quiero entonces respondes?. Ahhh, sorpresa, mete la mano en la caja de bombones y lo entenderás, a lo Forest Gump.

Es posible que te haya pasado una situación similar a esta aunque con menos glamour, por favor, si la escena inventada coincide con la realidad no te lo tomes personal y llámame, quiero ser el que espere en la playa mientras te sacas el moco. No me importa el género. 

Bromas aparte, creo que este es el comienzo de todas las grandes historias cuando ves que el viaje del héroe que emprendieste hasta tus sueños se dan de bruces con la realidad interna que hay en ti y en todos, y es que cuando lo consigues pues no es para tanto. ¿Y qué queda entonces?. Pues perseguir otro sueño, aquel que realmente va a ser el definitivo, el que por fin me dará la tan anhelada paz interior, ese estado de calma del que nacen las mariposas en el estómago y el olor de las nubes, ya sabes a qué me refiero. Y en realidad ocurre que, sueño tras sueño, chasco tras chasco, seguimos persiguiendo no-sé-muy-bien-qué pero que si no lo hacemos nos sentimos mal porque el mismo Forest se fue a perseguir sus sueños. 

¿Me estás diciendo que una persona con su cociente intelectual puede conseguirlos y yo no?. Bueno, al menos yo no me comparé con el tanto hasta entender sus verdaderos motivos, que era Jenny, pero en realidad como las películas rara vez se parecen a la realidad (aunque quieran intentarlo) vamos a poner el asunto con patas de realidad, y la realidad que mejor conozco es la mía.

El interludio

Érase una…

Jooooooder, mátame camión, ¿ya no hace gracia vale?. 

Sí, perdona, a veces las voces de mi cabeza me confunden y te quieren confundir, ya vuelvo. 

Vale bien, como te decía esto era la realidad ficcionada del cine donde la persona persigue sus sueños hasta que los consigue y alcanza la felicidad, entonces vive y come perdices para siempre y ahí se acaba el guión. Porque ningún hijo de su madre guionista te cuenta la verdad de lo que viene después y es que el ego, es decir, esa parte mimada y caprichosa de nosotros nunca va a estar contento puesto que su trabajo es no estarlo con nada de lo que conseguimos. 

Ah si, y te iba a hablar de mi realidad. Bueno espera un momento porque tengo que dejar al ego fuera, esto le va a doler y tampoco quiero tratarle mal, me gusta darle cariño y comprensión, en realidad está muy solo, y muy perdido, por eso trato de cuidarlo en vez de castigarlo, pobechito, solo hace su trabajo.

Veamos, este jovencito se ha pasado toda su vida mirando hacia fuera, que si este tiene aquello, que si lo normal es esto otro, que si yo quiero hacer eso que hace esa persona que parece que mola, oye, qué guay la vida de aquel, y entre tanto mirar para afuera pues como que se me olvidó mirar para adentro. Yo creo que eso nos pasa a todos en algún momento pero, mi ego, que es un juguetón, me lo quería poner difícil hasta el punto que para entender qué es lo que quería de verdad tuve que dejarlo todo a un lado y ver que ni por esas eso era lo que quería. 

¿Ves que juego tan marrullero se lleva?.

Osea me hace creer que quiero cosas para luego dejarme creer que no las quiero para ver que hasta que de verdad no las quiero es cuando las querré. Tócate los webs con el jueguecito, y así, mes tras mes y año tras año, persiguiendo fantasmas como en Ghostbuster. 

Ñeeeeec, error. 

Esto que parece un juego muy mental roza la simpleza que al menos yo haya podido comprender. Después de perseguir cosas tan básicas como el dinero, un lugar para habitarlo, una relación normal con las personas e incluso el alimento que se supone que debo ingerir para no morirme de inanición llego a un punto en el que me doy cuenta de que no necesito nada de eso para lo que de verdad quiero, que es ser feliz entendiéndolo como un profundo estado de paz interior y no como un pico de serotonina corriendo por mis venas. Y cuando llego a ese estado interior y siento que es mi estado natural, es cuando, oh, sorpresa, todas esas cosas empiezan a cobrar sentido para mí.

¿Pero nos hemos vuelto locos o qué?.

¿He tenido que llegar hasta tal punto de tener 36 años, 3€ en el banco, vivir en la casa de mi familia y tener que dejar de perseguir sueños que había comprado al «banco de alimentos nutricios de hollywood» para darme cuenta de que tenía que primero albergar esa paz interior para que todas aquellas cosas que creía que me importaban me dejasen de importar ante la insoldable sensación de ser ese estado de paz?.

Así es. Me podría haber leído un libro de Deepak Chopra o haber ido a la India con algún maestro o haberle hecho caso al profesor de ética de 4 de la eso sobre el estoicismo o alguna filosofía de los cojones, pero no, tuve que pasar por mil y una aventuras para ver de forma nítida que lo que mi Alma estaba esperando era que encontrara la paz, y no la guerra, en cada momento presente que viviese aunque para mi ego, ese pequeño olvidado, pareciese un puto desastre. Y entonces, en ese momento, todo cobraría sentido. 

Parafraseando a Asterix y Obelix: ¡estos humanos están locos!.

Había creído durante 36 años que si conseguía aquello que veía fuera iba a tener lo que quería dentro, pero claro, en el momento en que eso llegaba bien, pero en el que se iba, caos, ruina, desastre, erupción, apocalipsis, armagedón. Ahora estoy parafraseando a Cortocircuito, por si no lo sabes.

Concluyendo

Ya no voy a hacer la coña de érase una vez por si lo pensabas, aunque hubiera tenido su gracia. 

En realidad es un chiste que se cuenta solo, correr y correr detrás de algo que era lo que tenía dentro desde siempre pero que creí lo encontraría en aquella piña colada, en la playa, en el mundo, allá fuera, a lo lejos, en vez de buscar en el único lugar que es más fiable que Ebay para encontrar cualquier cosa: mi corazón.

Porque claro, uno se da cuenta de todas las cosas que ha hecho y que dejó de hacer por sesgos que ni siquiera eran suyos pero luego ve con perfección el plan tramado por el Alma para que pueda disfrutar de lo que tengo sin ser un esclavo de ello.

Esto me llevo a un aprendizaje interesante en el que me di cuenta de que todo esto que albergo y que parecía escondido como la Perla Negra de Jack Sparrow en el fondo de los mares estaba más cerca de lo que pensaba, que era en mi casa, bueno, la casa de la familia, el lugar al que yo llamaría hogar si no fuera porque se sintió como la zona 0 del dolor, es decir, tuve que volver de viajar por el mundo a estar en el único sitio en el que no quería estar y desde aquí hallar la paz interior que siempre tuve, claro que con la inestimable ayuda de todas las personas que me acampañaban y que durante años habían sido el foco de mi herida más profunda, ¿no fue esto un reto mayúsculo para el ego?. 

El Alma se ríe sabiendo que no había nada más que hacer en mi vida que pasar por todo esto pero el ego, ese pequeño cabroncete que a veces se desespera por lo que pase o no pase a su alrededor, no lo entendió hasta que se sintió abrazado por algo más grande que él, ese océano pacífico por el que navega ahora tranquilo hasta que llegue el momento de tocar tierra para emprender nuevas aventuras, pero eso amigos míos, será carne de otro post. Este le doy por concluído y cerrando una maravillosa temporada de eclipses que me trajo lo que tanto anhelaba, La Paz como sostén de mi interior y presencia en lo externo, y así ha de ser por el momento. 

Aleja Jacta Est.

Océano Pacífico. Manta, Ecuador, 2018
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